Fray Guillermo Butler pertenece a la generación nacida en Córdoba entre 1880 y 1900, la cual afirmó de manera definitiva la pintura en esa provincia.
Como sus cogeneracionales cordobeses: Manuel Coutaret, Olimpia Payer, Jose Malanca, Antonio Pedone, Francisco Vidal, Octavio Pinto y otros, Fray Guillermo estudio en Europa: Roma, Florencia (1909) y Paris (1911). En Florencia asistió a la Academia de Bellas Artes y en Paris al taller de Desiree Lucas.
La salida de la estrechez de mira del academicismo coincide para los pintores cordobeses con otras dos vertientes: por un lado la apertura internacional hacia el airelibrismo, la espontaneidad de visión y de factura, el estudio más o menos científico del color al que se quiere exaltar en su mayor esplendor y, por el otro, el gozoso reconocimiento de la belleza del propio entorno.
En lo que se refiere a lo primero, no eran sino indicios de una actitud nueva que abandonaba el arte de mimesis, de reproducción rigurosa de su referente, o los temas históricos, religiosos, literarios, para dar cabida a una experiencia más libre de la realidad que apuntaba menos a ceñirse a modelos previos. El artista volvía a poner énfasis en el acto de la creación y en la autonomía de la pintura.
Si esa actitud fue general, cuanto más habría de justificarse en un lugar favorecido por la naturaleza como Córdoba. La diafanidad del aire, la irregularidad animada del terreno, las distintas formas de la vegetación, sedujeron a los artistas locales y a otros que vinieron a establecerse allí en ese momento como Fader, Spilimbergo, Cordiviola, Tessandori y Grandi.
En lo que a la pintura de Fray Guillermo se refiere quedó impactado por el Beato Angélico en Florencia. Su afinidad con él, le confirmó su necesidad de una pintura clara, luminosa. Estaban unidos también en una visión sacralizada de la realidad, donde cabe lo intimo como manifestación de una religiosidad profunda. Este deslumbramiento frente a la vida cotidiana, esa atmósfera de alborada que tiene su pintura, como si cada día el mundo volviera a nacer ante los ojos de Dios, Fray Guillermo lo consigue utilizando una paleta de valores altos y la técnica neoimpresionista. No lo guía una intención científica como a Seurat o a Signac, de quien toma la pincelada más cuadrangular, sino infundir a la superficie pictórica una vibración contenida. Sus contactos con Maurice Denis en Europa lo alentaron en esta renovación profunda del arte católico. Si bien realizó vitrales en iglesias y oratorios, la parte más importante de su obra son sus paisajes, sus claustros y jardines de establecimientos religiosos.
Atardecer en las sierras es un buen ejemplo de las características de su pintura que siempre pone en evidencia un mundo de serenidad y de paz.
Nelly Perazzo