Eugenio Daneri fue también un pintor de la Boca, pero dio una visión muy distinta a la de los otros pintores del barrio. Con gamas bajas y sordas reinterpreto el paisaje urbano y los interiores.
A los 18 anos, y luego de haber pasado por el aprendizaje en la Academia de la Sociedad Estimulo de Bellas Artes que funcionaba en el Bon Marche, con maestros de la talla de Sívori, De la Carcova, Giudici y Della Valle, hizo un primer envío a los salones de esta institución.
Si hacemos una retrospectiva visual de su obra veremos que entre ese primer paisaje y su obra de los años 60 hubo una continuidad que nunca se interrumpió.
A lo largo de su carrera cultivo los mismos temas: los paisajes de la Boca y Palermo, pero siempre sin el bullicio de la gente. Volvo toda su pasión de pintor en los objetos de sus naturalezas muertas, es decir, los cacharros y las flores, y, por último, en la pintura de las figuras y los retratos y autorretratos.
Busco los rincones humildes de Buenos Aires y puso su pintura a tono con ellos, extrayendo poesía de motivos aparentemente insignificantes. No hubo en su pintura brillos ni notas chillonas. Solo un deleite muy grande en el manejo de la materia, de los jugosos empastes.
En esta obra —La pérdida del hijo—, que ganara el Gran Premio Adquisición en el Salón Nacional de 1945, advertimos que, como en El libro de misa o en otros titulados simplemente Figura, aparece una vez más su modelo preferida: su hermana. Vemos también en esta imagen que la pintura de figuras participa de la misma concepción sobria de sus paisajes, un cierto tono menor y una visión muy melancólica de las cosas. Se desempeño como profesor de dibujo en escuelas dependientes del Consejo de Educación y tuvo una presencia constante en salones nacionales y provinciales.
En 1948 recibió el Premio Palanza, otorgado por invitación de la Academia Nacional de Bellas Artes.
Ana María Telesca