Adolfo Nigro ha conservado de su Rosario natal, en su memoria, la relación con el río y las imágenes campestres: parvas, chacras, ruedas de carro, pertinaces presencias del agua y de la tierra en su obra que nunca lo abandonarán. Su mirada hacia el río le descubre la idea de cambio, de lo errático, del no detenerse.
En 1966 se radica en Montevideo y participa del alegre aprendizaje del taller Torres García, estableciendo un fecundo intercambio con José Gurvich. Si Torres García 10 impacta por su énfasis en afirmar la realidad americana; conocer el surrealismo le abre una dimensión nueva de la figuración.
En 1974, cuando se establece en Buenos Aires, aparece su serie de los Cielos habitados. En ella reitera el tema de la ciudad, sobre la cual se arremolinan objetos ascendentes. Nigro procede a un rescate del objeto vinculado a su experiencia, a un verdadero rescate de la memoria. Los objetos que aparecen son siempre los que han adquirido para él un significado, tienen fuerza vital propia.
A partir de esta serie aparecen en la obra de Nigro ciertas constantes; la idea de lo ilimitado según la cual la obra, que sí tiene límites, se presenta como fragmento de una trama que se extiende hasta el infinito. Otras constantes son: la utilización del movimiento circular o espiral en la composición y la existencia de varios centros que equilibran el conjunto sin conceder la dominante a ninguno.
Descubre un mundo diferente al de su experiencia americana durante su viaje a Europa (1975-76) identificándose con Barcelona por su proximidad con el agua y la permanente comunicación del hombre con la naturaleza.
De ese momento es la serie de los Horizontes catalanes. A partir de 1977 y hasta 1980, el tema de la tierra adquiere importancia fundamental. Como es habitual, en él coexisten diferentes series temáticas, lo rural pero también lo urbano, los Horizontes, los Cielos Habitados, Las Figuras y Objetos en el Espacio.
Las series Navegaciones, Los Calendarios y Los buscadores de almejas pertenecen a la afirmación del tema del agua.
En la obra más reciente de Nigro, como la que se expone, se diría que intenta subrayar el muro fantasmal que los objetos y las cosas construyen entre nosotros y el significado. Su capacidad de crear formas monumentales es alimentada por el giro conceptual de su relación con los elementos tierra y agua. El agua de sus experiencias de río y charco, pasa a ser agua como origen de la vida.
"La gracia cede lugar a la monumentalidad. Las formas son cada vez más rotundas y afirmativas. El pintor se vuelve más fantástico y al mismo tiempo pronuncia su carácter latinoamericano".
Nelly Perazzo