El título de esta obra nos orienta sobre la intención del artista. Tastil es parte del nombre de un lugar en la puna salteña, región del noroeste de la República Argentina. Por lo tanto podemos considerarlo como parte integrante de la poética del artista, y ya estamos encaminados en su temática. Si echamos una mirada retrospectiva desde el presente o desde la fecha de la obra que analizamos hacia su trayectoria encontramos que Paternosto realizó una búsqueda en el terreno de los lenguajes artísticos que paralelamente marcó una toma de posición frente a la "institución del arte" y del mundo contemporáneo, a la vez que fue realizando una introspección íntima donde arte y vida espiritual se acercan.
A principios de los años 60 practicó un tipo de informalismo con la inclusión de ciertos símbolos americanistas, como integrante del grupo Sí de la ciudad de La Plata. Luego, trabajó en el terreno de la geometría sensible. De allí pasó a la geometría cromática, donde los términos de la visualidad y energía del color son determinantes. En cierto modo esto constituía una reacción tácita frente al clima vitalista imperante. Los cuadros con forma (shaped canvas), las estructuras primarias serán los próximos pasos.
En 1967 se radica en Nueva York, donde permanece hasta el presente. Esto le ayudó a hacer aún más estricto su camino de despojamiento. Así, en un tono radical, presentó en 1971 en Buenos Aires una exposición que llamó Visión oblicua. Había decidido, en una actitud iconoclasta limpiar la superficie frontal de los cuadros. La pintura: bandas geométricas estaba en los bordes. Esto obligaba al espectador, primero, a disponerse en actitud contemplativa y, recién entonces, a recomponer mentalmente la obra. Esta estrategia de pintar los bordes también la encontramos en Tastil II.
Es alrededor de 1978, fecha de la obra que analizamos, en que finalmente Paternosto hace un tipo de conversión. Viajó varias veces a Perú, y se dedicó a la investigación de la escultura incaica. En el terreno de la pintura, se despoja de toda la tradición pictórica occidental para intentar resignificar a la pintura desde una visión ancestral y arquetípica.
La tela, cuadrada ahora, se ha convertido en un tipo de mandala. Dividido en dos por una tenue línea y por una sutil diferencia de tratamiento, este lienzo, ocre terroso, evoca la tierra ancestral. Paternosto tuvo que alejarse de su América del Sur para reencontrar su territorio, tanto colectivo como individual.
Con obras como Tastil II, Paternosto ha podido recrear para el hombre actual el ámbito de la reflexión y del silencio, que se contrapone a la praxis contemporánea urbana y nos ata a nuestra memoria.
Mercedes Casanegra